sábado, 18 de febrero de 2012

Pasear con un bebé recién nacido


Con precauciones y sentido común, se puede ir con un bebé a casi todas partes
"Un bebé recién nacido debe permanecer en casa hasta cumplir su primer mes". Esta idea es tan potente como falsa. Si el niño está bien de salud y el médico no indica lo contrario, no hay nada que impida dar un paseo con él. De hecho, a los bebés les gusta el movimiento, ya sea que vayan en brazos, en cochecito o en automóvil. Además, salir de casa en las primeras semanas resulta muy beneficioso para normalizar la nueva situación familiar, mantener contacto con el 'mundo exterior' y romper así el aislamiento, que machaca mucho a los padres.


Ideas y precauciones
Lógicamente, hay que considerar que salir con un bebé implica ciertas precauciones, aunque ninguna de ellas escapa a la prudencia y el sentido común. ¿Qué hay que tener en cuenta?
  • Clima. Si habitualmente miramos el pronóstico del tiempo antes de hacer planes, más razones hay para hacerlo cuando esos planes incluyen la presencia de un bebé. Los pequeños no regulan bien su temperatura corporal, y esto hay que preverlo para abrigarlos adecuadamente o modificar el tipo de paseo. 

  • Momento. Hay unos horarios más apropiados que otros para salir a la calle con un bebé. Y, por supuesto, varían con las estaciones del año. Por ejemplo, en invierno, un buen momento puede ser sobre las 11 de la mañana, o las 4 de la tarde. En verano, es mejor salir un poco antes (entre las 8 y 9) o cuando baja el sol, a partir de las 19 hs. Lo importante es evitar las rachas de frío, humedad y viento, o el excesivo calor y el sol directo en su piel. 
  • Destino. El paseo puede consistir, simplemente, en dar una vuelta por el barrio o por el parque antes de regresar al hogar. Pero también puede ser una salida para visitar amigos o familiares. En este caso, hay que tener presente quiénes nos recibirán. ¿Hay alguien con gripe o resfriado? Si es así, es preferible posponer la visita. Por esta misma razón, no se suele aconsejar estar en ambientes cerrados con mucha gente (por ejemplo, un bar), ya que aumentan las posibilidades de contagio.
  • Entorno. Mejor un lugar tranquilo que uno bullicioso. Y mejor uno con poca gente que una reunión multitudinaria. Las aglomeraciones, además de sobreexcitar al bebé, pueden transformar un paseo relajante en una agotadora carrera de obstáculos.

  • Medios. Los bebés recién nacidos son tan pequeños y livianos que pueden llevarse en brazos con facilidad. No obstante, esta opción es poco recomendable para un paseo largo (de más de media hora), ya que puede cansar tanto como salir a caminar con las bolsas del supermercado. El cochecito y los soportes para colgar (que van atados a la persona que los lleva) son dos grandes aliados. Le dan comodidad al bebé y libertad de movimientos a los padres. 

  • Seguridad. Si el paseo es en coche, es imprescindible contar con un dispositivo de sujeción homologado, seguro y bien colocado en el asiento trasero, en sentido contrario a la marcha del vehículo. 

  • Imprevistos. A la hora de salir con el bebé, es muy importante la previsión. No importa que el plan original sea dar la vuelta a la manzana y volver: en esos pocos metros puede ocurrir cualquier cosa que modifique la distancia, la duración o las condiciones del paseo. Por ello, no se pueden olvidar los pañales, una muda de ropa al menos, un chupete extra (si usa) y una reserva de leche (si se ha optado por la lactancia artificial). También conviene llevar una manta aunque haga calor, ya que en determinados lugares y estaciones del año puede refrescar bruscamente.
 Fuente: Eroski Consumer

jueves, 16 de febrero de 2012

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miércoles, 15 de febrero de 2012

Estimular al bebé con la música


El uso consciente de la música con los bebés favorece su desarrollo físico y psicológico
El sentido del oído es el primero que se desarrolla en el ser humano. A partir de los cuatro meses de gestación, el bebé ya puede escuchar; a los dos meses de edad es capaz de captar ritmos y con tan solo medio año de vida consigue reconocer melodías. ¿Se puede aprovechar esta capacidad para estimular al bebé? Distintos estudios e investigaciones en torno a este ámbito son coincidentes y avalan la principal premisa que defienden muchos especialistas en estimulación temprana y expertos en musicoterapia: el uso consciente de la música con los bebés favorece su desarrollo tanto físico como psicológico.

Música desde el embarazo

Al ser el primer sentido que se desarrolla, el oído es también el primero que se puede utilizar para estimular al bebé, ya desde el útero materno. Numerosos especialistas, entre ellos Don Campbell, autor de 'El efecto Mozart', han verificado que los bebés a quienes se ponía determinada música mientras estaban en el vientre materno eran capaces de reconocerlas después de nacer e, incluso, sonreír al recordarlas. Estos expertos coinciden en que la música que el recién nacido escuchó antes de nacer tiene un efecto de tranquilidad en los bebés y les ayuda a dormir mejor y llorar menos.
Después del nacimiento, la estimulación a través de la música ayuda al niño a crecer en todos los sentidos. Así lo reconoce Pilar Carrasco, musicoterapeuta y autora del libro 'Cómo educar a tus hijos con la música'. Esta experta afirma que la música "hace crecer intelectualmente y estimula la capacidad de respuesta del bebé a todas sus facultades". Entre otros beneficios, Carrasco destaca que la música favorece el "desarrollo afectivo y emocional y potencia su creatividad".

¿Por qué es buena la música para los bebés?

A lo largo de las últimas décadas se han desarrollado distintas investigaciones y experimentos científicos para verificar los efectos que la música causa en los bebés desde su nacimiento hasta los tres años. En ningún caso estos estudios resuelven que la música es capaz de hacer niños más inteligentes ni superdotados, sino que su uso consciente por parte de los adultos que rodean al niño favorece el desarrollo cerebral y ayuda a estimular distintas habilidades que favorecen su aprendizaje posterior. Estos son algunos de los beneficios más destacados que reporta la música a los bebés:
  • Reduce los niveles de estrés, al tener un efecto de relajación en los más pequeños.
  • Mientras realiza actividades, la cadencia rítmica le ayuda a mejorar la concentración y a desplegar su creatividad.
  • La interacción con el adulto por medio de la música ayuda a desarrollar lazos de comunicación más estrechos con los bebés.
  • El ritmo permite asociar música y movimiento y, por tanto, favorece el desarrollo psicomotor del bebé, le proporciona mayor sentido del equilibro y un movimiento más armonioso cuando comienza a andar.
  • La música estimula el desarrollo lingüístico, puesto que propicia conexiones neuronales activas en el campo del lenguaje.
  • Los niños prematuros expuestos a melodías musicales mejoran sus hábitos de alimentación y avanzan en aspectos fisiológicos, como el ritmo cardiaco y respiratorio.

Actividades para estimular al bebé con la música

  • Antes de nacer: a partir de los cuatro meses de embarazo, la madre puede empezar a exponer a su hijo a las primeras composiciones musicales. Se puede utilizar para ello alguno de los cinturones musicales diseñados para esta función o bien unos auriculares colocados en el vientre materno. Aunque se pueden tener en cuenta los gustos de la madre para elegir el tipo de música, los expertos recomiendan melodías clásicas tranquilas de compositores como Mozart, Vivaldi, Beethoven, Bach o Tchaikovsky.
  • Los primeros meses: en los dos primeros meses de vida, es aconsejable cantar a los bebés canciones de cuna o ponerles temas musicales instrumentales de corta duración y tiempo lento, que les recuerden los latidos del corazón de su madre y hagan que su sistema nervioso entre en una fase de relajación. Los especialistas recomiendan algunas composiciones para este periodo, como 'Contradanza KV 535. La Batalle' de Mozart, 'Canción de Cuna' de Brahms o 'El Sueño de una noche de verano' de Mendelssohn.
  • Cantarle: cantar canciones conocidas o inventadas en las que se haga referencia a la actividad que se realiza le ayuda a activar el lenguaje, ya que al estar las palabras asociadas a un sonido agradable, el bebé las escucha y asimila con mayor rapidez.
  • Música de día y música de noche: a partir de los dos meses, se puede ayudar al bebé a distinguir los distintos momentos del día gracias a la música. Los especialistas aconsejan utilizar música más dinámica cuando están despiertos para que la asocien con la actividad y más pausada en los momentos del sueño, para que se relajen.
  • Jugar con música: utilizar la música de fondo mientras el bebé juega le ayuda a concentrarse más en la actividad que realiza y a mantener esta actitud durante más tiempo, ya que le crea un clima de tranquilidad y relajación.
  •  Los primeros bailes: a partir de los seis meses, el adulto puede comenzar la estimulación corporal a través de la música por medio del balanceo del bebé en sus brazos al ritmo de la pieza musical que escucha. A partir del año, se le puede instar a realizar sus primeros movimientos motores con música que tenga un ritmo adecuado al desarrollo del niño. 

Fuente: http://www.consumer.es/ 

lunes, 13 de febrero de 2012

Al colegio por primera vez: ¿cómo deben actuar los padres?


 La implicación de los padres es fundamental para que el alumno se adapte con éxito al nuevo entorno escolar

Algunos llegan con alegría e ilusión, otros lloran y patalean y todos se enfrentan a lo mismo: un nuevo espacio, un adulto desconocido y un buen número de niños en su misma situación. Adaptarse a estos cambios es, por lo general, una cuestión de tiempo, pero es mucho más fácil si el centro, los maestros y los padres actúan de forma conjunta y organizada durante este periodo de adaptación escolar. 

El primer día de colegio
El comienzo de la etapa escolar para los niños que inician el 2º ciclo de Educación Infantil supone un importante cambio en sus rutinas, incluso para quienes ya han pasado por la experiencia previa de asistir a una guardería y, por tanto, han experimentado la separación parental. El escolar debe empezar a familiarizarse con otros adultos distintos a los habituales, aprender a moverse con soltura en un espacio diferente, adquirir nuevas pautas de comportamiento y acatar normas de convivencia y actuación más exigentes.
El cambio de entorno no tiene que ser traumático, pero sí requiere tiempo
Este cambio no tiene que ser traumático, pero sí requiere tiempo. Tal como afirma Félix López, catedrático de Psicología evolutiva y de la Educación de la Universidad de Salamanca, en la mayoría de los casos, "las manifestaciones que demuestran falta de adaptación desaparecen antes del final de las dos primeras semanas", aunque "entre el 10% y el 20% de los escolares pueden mantenerlas a lo largo del primer mes de estancia en la escuela".

El periodo de adaptación
Algunos factores pueden afectar a la duración de la fase de adaptación del niño al nuevo entorno escolar. Según el estudio de investigación de Félix López "La mejora de la calidad de educación infantil: periodo de adaptación y clima de clase", estas variables pueden estar relacionadas con la calidad del vínculo afectivo del alumno con sus padres, el temperamento individual del escolar, la experiencia previa de separación o anteriores problemas de conducta. Tal como refleja el estudio, la percepción de los padres es que la asistencia previa a la guardería ni facilita ni empeora el periodo de adaptación. Sin embargo, los docentes reconocen que este factor "reduce el impacto de la entrada a un centro de educación infantil a los tres años".
Los docentes reconocen que la asistencia previa a la guardería "reduce el impacto de la entrada al colegio"
En cualquier caso, es necesario que el alumno se acostumbre a la nueva situación y al nuevo entorno y se amolde de forma progresiva. Distintas administraciones educativas permiten a los consejos escolares planificar un periodo de adaptación para el alumnado de nuevo ingreso en el primer curso de Educación Infantil, que implica en general una mayor flexibilidad de horarios de entrada y recogida de los alumnos al aula y un incremento paulatino del horario escolar.
El objetivo del periodo de adaptación es conseguir que el niño acepte el nuevo espacio y aprenda a moverse en él de modo progresivo, se adapte a nuevas rutinas, comprenda y conozca las pautas de actuación del aula y establezca vínculos de afectividad con los demás compañeros y su docente. De este modo, se consigue una actitud de aceptación hacia la escuela y motivadora hacia el aprendizaje. 

Consejos para padres
La actitud de los progenitores ante el inicio de las clases influye de forma significativa en el comportamiento y actuación de los niños. Según los resultados de la investigación de Félix López, los padres que muestran mayor ansiedad, inquietud, temor e inseguridad ante el hecho de llevar a su hijo al colegio "se asocian con niños que tienen más problemas y mayor timidez en el aula durante el periodo de adaptación". Los especialistas recomiendan distintas estrategias para que desde el entorno familiar se facilite la adaptación del escolar y aconsejan adoptar distintas pautas de actuación:
  • Comenzar la adaptación en casa: para que el inicio de la escuela no suponga un cambio brusco en los hábitos diarios del niño, es necesario, en las semanas previas, adaptar de forma progresiva los horarios de sueño y las comidas. Los especialistas recomiendan también no introducir otros cambios importantes durante el periodo de adaptación, como quitar el chupete o cambiar de habitación. Es mejor que estas modificaciones se hagan antes o después de esta etapa adaptativa.
  • Crear ilusión: visitar el colegio con el niño antes de empezar las clases, de modo que después pueda reconocer el espacio, o preparar con ellos el material que deben llevar a las clases son algunas actividades que predisponen al escolar a ilusionarse con esta nueva etapa de su vida.
  • Desdramatizar las despedidas: las despedidas deben ser breves y alegres. Es recomendable evitar los chantajes afectivos de tipo "si lloras me pongo triste" y mentir al niño con frases como "vengo enseguida", "aparco y ahora vuelvo" o irse sin que se dé cuenta. Hay que recordarle siempre que se volverá a recogerle. En el caso de situaciones de tensión, con llantos y rabietas, se debe responder con ternura y comprensión pero con firmeza, para que no piense que con sus protestas puede prolongar la despedida.
  • Manifestar una actitud positiva: es necesario evitar los comentarios negativos o utilizar el colegio como amenaza con el escolar. Para transmitirle felicidad y tranquilidad, es recomendable contarle cosas buenas del colegio, hablarle de las actividades divertidas que puede hacer en el aula o de todos los amigos nuevos que puede encontrar.

domingo, 12 de febrero de 2012

La importancia de los gestos en la infancia


Un estudio confirma la conexión entre la riqueza gestual en edades tempranas y un mejor vocabulario en la escolarización

Antes de hablar, los más pequeños se comunican a través de los gestos. Cuanto más inteligibles resulten estos gestos, mayor será la facilidad para obtener riqueza verbal y, en consecuencia, el niño tendrá menos problemas en el momento de iniciar su escolarización. El papel de los padres para que sus hijos adquieran destreza no verbal con el fin de comunicarse es esencial, una habilidad que también favorece un mayor nivel socioeconómico de las familias. Lo afirma un estudio de la Universidad de Chicago, el primero en relacionar la riqueza gestual con el posterior vocabulario. 

Los niños que se comunican mediante gestos comprensibles cuando tienen poco más de un año tienen, a los cuatro años y medio, un vocabulario más rico que el de aquellos sin tanto abanico gestual, concluye un estudio reciente de la Universidad de Chicago (EE.UU.) publicado en "Science". Esta posterior riqueza verbal facilita, en consecuencia, la mejor preparación de los niños para la escuela. En estudios anteriores ya se había constatado que un buen vocabulario es un predictor clave en el éxito escolar.
Esta conexión entre gestos y habla, que se produce en edades mucho más tempranas, podría convertirse en un buen foco de intervención si investigaciones posteriores corroboran que un mayor número de gestos redunda en un mayor vocabulario, según Susan-Goldin Meadow, profesora de Psicología en la Universidad de Chicago y autora del estudio junto con Meredith Rowe.
La investigación ha mostrado, además, que los niños de familias con mayor nivel socioeconómico ven favorecida su capacidad para adquirir riqueza en el lenguaje. Esta característica ya se había comprobado en anteriores investigaciones. En ellas se asegura que las familias con mayores ingresos y nivel educativo hablan más con sus hijos y con frases mucho más complejas, lo que les permite enriquecer el vocabulario a edades mucho más tempranas. 

Más gestos, más palabras
Para estudiar las diferencias gestuales, los investigadores examinaron a medio centenar de familias de varios niveles socioeconómicos. Grabaron en vídeo a niños de 14 meses durante 90 minutos mientras interactuaban con su cuidador principal en casa. Los autores registraron las palabras y gestos que se producían en la comunicación entre padres e hijos. A esa edad, los bebés hacían una media de 20,9 tipos de gestos distintos, con grandes diferencias en función de su estatus social y económico: los niños de familias más acomodadas produjeron una media de 24 gestos, mientras que los del otro extremo sólo 13.
Desde los primeros meses de vida se utiliza el lenguaje no verbal para manifestar necesidades, expresar sensaciones y sentimientos
Estas desigualdades se percibieron también en los padres, cuyo nivel de gesticulación se pudo relacionar directamente con el de sus hijos. Lo que más sorprendió a los investigadores fue que, si bien en los primeros pasos del aprendizaje de vocabulario no se detectan diferencias debidas al estatus socioeconómico de la familia, cuando se trata de los gestos estos contrastes sí que se perciben de inmediato. Los niños, según los investigadores, no empiezan a comunicarse por gestos hasta cerca los diez meses de vida, y las diferencias socioeconómicas comienzan a percibirse tan sólo cuatro meses más tarde y, a veces, incluso antes. 

Cuando los niños cumplieron cuatro años y medio, los investigadores evaluaron su vocabulario mediante el test Peabody de vocabulario en imágenes, usado desde hace años para niños de 2 a 18 años para valorar la riqueza verbal. A esta edad, los resultados mostraron diferencias aún evidentes: los estudiantes de familias acomodadas obtuvieron una media de 117 puntos y el resto, 93.
En la investigación no se examinó el por qué específico de la relación entre la comunicación gestual temprana y el mejor desarrollo del vocabulario. Según los autores, los gestos pueden jugar un papel indirecto en el aprendizaje de las palabras cuando se da una buena intervención de los padres. Por ejemplo, cuando en respuesta a un hijo que señala una muñeca, el padre o madre afirma "sí, es una muñeca", se dota al hijo de una nueva palabra, que corresponde al objeto que en ese momento centra su atención. Se enriquece su vocabulario porque, de manera indirecta, un gesto comprensible ha reclamado hacerlo.
La conexión entre gesto y palabra podría ser incluso más directa en el momento en el que los gestos permiten a los niños usar sus manos para expresar significados cuando aún tienen dificultades para formar palabras. En el año 1982, las psicólogas Linda Acredolo y Susan Goodwyn ya habían descubierto que los bebés usan de forma espontánea gestos simples para representar palabras que aún no son capaces de decir. Por ejemplo, pueden olfatear para referirse a una "flor", jadear para mostrar un "perro" o agitar sus brazos para indicar "pájaro".

Desarrollo paralelo
Estos gestos permiten a los niños establecer un puente de comunicación con su entorno hasta la aparición del habla. Gestos y lenguaje, asimismo, se desarrollan de forma paralela. Sin embargo, desde los primeros meses de vida, los niños utilizan el lenguaje no verbal (etapa "prelingüística") para manifestar sus necesidades, expresar sus sensaciones y sentimientos, así como para vincularse con otras personas y el mundo que les rodea.
El tipo de gestos más ampliamente aceptados que se adquieren de forma espontánea durante los primeros 9 y 12 meses de vida son los llamados gestos deícticos, que son los que hacen referencia a apuntar, mostrar, ofrecer, dar y realizar peticiones en forma de ritual. Jean Piaget, psicólogo evolutivo suizo, afirmaba ya en 1965 que hacia los diez meses de edad aparecían los "gestos de ejecución", referidos a acciones como observar insistentemente un objeto para indicar que se requiere, dirigir la atención del adulto hacia un objeto dándoselo o apuntar objetos para demostrar interés o necesidad. Hay otros muchos nombres para definir estos tipos de gestos, pero todos se reducen a acciones imperativas como pedir y mostrar, dar alguna cosa o apuntar.
Según varios estudios, estos gestos intencionales tempranos constituyen un importante paso en el desarrollo simbólico y facilitan el camino al aprendizaje del lenguaje verbal. Son, sin embargo, todavía muy primitivos porque sólo se comprenden totalmente si se sigue la trayectoria del gesto hacia el objeto u objetivo de deseo del niño. 

PROGRAMAS DE COMUNICACIÓN GESTUAL
El desarrollo inicial de los gestos por parte de los niños se da de forma espontánea cuando aparece una necesidad de comunicación, pero varios estudios han tratado de potenciar programas de intervención con el objetivo de desarrollar, de manera intencional, este tipo de comunicación. Son muchas las investigaciones que avalan que los gestos refuerzan el desarrollo del lenguaje, en vez de obstaculizarlo, y que además influyen positivamente en aspectos cognitivos y socioafectivos del desarrollo del niño.
Las citadas psicólogas Linda Acredolo y Susan Goodwyn, de la Universidad de California (EE.UU.), crearon en la década de los 90 un programa llamado "Baby Signs", destinado a enseñar a bebés sin déficit sensorial un lenguaje compuesto por gestos simbólicos. Este aprendizaje debe permitirles, tanto a ellos como a sus padres, comunicarse de una manera simple y sencilla, hasta que aprendan a hablar. El programa presenta una serie de gestos simples y fáciles de llevar a cabo antes de que el niño aprenda a hablar, e incluye objetos, animales, peticiones, acciones o expresión de estados de ánimo. Desde su creación, el programa se ha ido difundiendo en casi todo EE.UU., así como en Canadá, Corea, Hong Kong e India, y está avalado por varias investigaciones y publicaciones.
Incluso se ha hablado de estimular a los pequeños con el aprendizaje del lenguaje de signos para personas sordas, ya no sólo con el objetivo de estimular el desarrollo intencionado de la comunicación gestual, sino también de enseñarles un segundo "idioma". En la misma línea, también en los años 90, apareció otra iniciativa de Joseph Garcia, investigador en desarrollo infantil, con un programa llamado "Sign with your Baby", que sigue difundiéndose en EE.UU, Canadá y el Reino Unido.

Bebés bilingües: mayores capacidades



Ser bilingüe consiste en saber utilizar de forma indistinta dos lenguas diferentes con corrección. Para lograr que un niño adquiera esta habilidad, es aconsejable exponerle desde edades muy tempranas a situaciones y actividades en las que los dos idiomas funcionen a la vez como lengua vehicular. Para ello, las familias pueden utilizar distintos recursos y materiales de utilidad (como libros o DVD) que ayudan a los más pequeños a incorporar los dos idiomas a su rutina diaria.
Bilingüismo: cuanto antes, mejor 

Lograr que un niño sea bilingüe, que asimile otro idioma de forma natural, es mucho más fácil si se comienza el aprendizaje desde la más corta infancia. Desde que nace hasta los cinco o seis años, el niño desarrolla las zonas del cerebro fundamentales para el aprendizaje lingüístico, de modo que esta etapa es la idónea para adquirir otro idioma.
Esta es una tarea más sencilla cuando el bebé se cría en un entorno familiar plurilingüe, en el que uno o los dos progenitores hablan diferentes idiomas a los habituales en su comunidad. En la mayoría de los casos, a estas familias les basta con utilizar en el hogar el denominado método OPOL (one parent, one language; un padre/madre, una lengua), o el de un idioma en cada entorno cuando ambos padres dominan otra lengua, de modo que los niños se exponen a un idioma en el contexto familiar y a otro en el escolar o social.

Cuando los padres no son bilingües
Algo más difícil lo tienen las familias en las que los progenitores no dominan una segunda lengua, pero no es imposible. En estos casos, la exposición del niño al otro idioma se produce en otros entornos, generalmente en el escolar o académico, en el que el pequeño tiene la oportunidad de adquirir otra lengua vehicular, ya sea de forma independiente o conjunta con la materna.
Para reforzar este aprendizaje externo al hogar, los padres pueden diseñar un plan de acción que permita a los niños obtener una exposición a los otros idiomas más variada y diversificada. El lingüista inglés Colin Baker recomienda ofrecer a los más pequeños la mayor variedad posible de contextos en los que oír y utilizar otro idioma, y para ello cuenta con diferentes materiales y recursos.

Recursos para el bilingüismo
  • Libros y cuentos bilingües: consisten en libros que se presentan con dos textos paralelos en diferentes lenguas que permiten aprender otro idioma de forma intuitiva y por comparación con la lengua base. Para elegirlos, es importante tener en cuenta que el contenido se adapte a la edad del pequeño y que la tipografía sea de fácil interpretación y de un tamaño adecuado. 
  • DVD infantiles: a todos los niños les gusta ver películas y dibujos infantiles y lo asocian con un momento de diversión y ocio. Por este motivo, resulta muy eficaz reproducirles estos materiales audiovisuales de forma indistinta en los dos idiomas. Además de ayudarles a aprender nuevo vocabulario, les permiten comprobar las diferencias en la entonación y la velocidad de cada lengua. Si no tenemos en casa DVD bilingües, los canales infantiles de TDT ofrecen una alternativa muy práctica, ya que permiten seleccionar un idioma distinto al castellano (en general, inglés).
  • Juguetes bilingües: existen en el mercado numerosas propuestas de juguetes que apuestan por el bilingüismo y con su metodología permiten desarrollar las capacidades lingüísticas en diferentes idiomas. La mayoría de estos juguetes están diseñados para niños de 0 a 6 años y están orientados a que los pequeños escuchen, memoricen y repitan palabras y frases cortas en dos lenguas.
Los beneficios de ser bilingüe
Que un niño domine una o más lenguas además de la materna es una capacidad adicional que, con toda probabilidad, le beneficiará en un futuro, sobre todo en el ámbito laboral. Pero el conocimiento de idiomas como herramienta que facilita la comunicación e interacción con otros hablantes no es la única ventaja que proporciona la adquisición del bilingüismo desde edades tempranas. Esta habilidad es también beneficiosa para su competencia cognitiva.
A pesar de que en ocasiones se alude a que el aprendizaje simultáneo de dos lenguas puede crear confusiones en el cerebro de los más pequeños, distintos estudios sobre el bilingüismo demuestran todo lo contrario. Una reciente investigación de las universidades canadienses de Concordia y York, en colaboración con la Universidad de la Provence (Francia) señala que los beneficios cognitivos de ser bilingüe se aprecian de forma evidente a partir de los dos años de vida. Entre otros aspectos, este y otros estudios destacan la mayor capacidad para controlar la atención que poseen los niños bilingües y un mayor desarrollo de la memoria.
Por otra parte, tal como afirma Colin Baker -uno de los más prestigiosos expertos en bilingüismo- en su 'Guía para padres y maestros de niños bilingües', "la adquisición de dos lenguas de forma simultánea aporta al niño mayor facilidad para aprender otros idiomas". Según este especialista, esto sucede porque "la parte del cerebro que controla esa función está más desarrollada en comparación con otros niños que hablan un sólo idioma". 



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