miércoles, 28 de marzo de 2012

Afrontar los celos ante la llegada de un hermano



Anunciar la llegada del bebé como un regalo, fomentar la autonomía del niño y responder a sus preguntas son pasos muy útiles para desactivar su ansiedad
Cuando ya se tiene un hijo, la primera preocupación ante un nuevo embarazo es la cuestión de los celos. Efectivamente, para los niños no siempre es fácil compartir a sus padres con "el recién llegado" ni adaptarse a los cambios que se van a producir; pero hay que hacerles ver la experiencia tan positiva que supone tener un hermano con quien podrá compartir en el futuro muchas vivencias, complicidades y afecto; una experiencia única que no podría vivir si el bebé no llegara.

Síntomas de los celos

A veces, el mero anuncio de que la familia va a crecer puede provocar ya cambios en el comportamiento del hermano, que quizás se muestre más nervioso, desobediente, malhumorado, agresivo o negativo, especialmente a la hora de comer y dormir. Tampoco es raro que su ansiedad se manifieste por la reaparición de conductas ya superadas, como volver a hacerse pipí en la cama, a chuparse el dedo o a pretender centrar toda la atención de la madre.
El problema de los celos es mayor cuanto más pequeño sea el hermano o cuanto más sobreprotegido esté, de modo que a partir de los cuatro o cinco años la adaptación no es tan difícil, pues a esa edad ya tienen normalmente cierta autonomía y son más independientes. Su capacidad para conseguir las cosas por sí mismos les permite tolerar mejor que otra persona ocupe el tiempo de sus padres. Si, por el contrario, les necesitan para todo, será más difícil compartirlos con nadie. Cuando un crío es capaz de jugar y entretenerse solo o con sus compañeros, sin reclamar constantemente que la madre esté con él y no se le da siempre todo hecho, sino que poco a poco se le ha enseñado a ir superando las dificultades por su cuenta, tiene mucha más seguridad en sí mismo y es fácil que acepte bien la llegada de un hermanito.

El problema de los celos es mayor cuanto más pequeño sea el hermano o cuanto más sobreprotegido esté

La sobreprotección genera dependencia, inseguridad y, por tanto, celos, pero en el otro extremo, un niño infeliz, maltratado física o psicológicamente (y pretender educarles por medio de amenazas es una forma de maltrato), también será muy celoso, ya que difícilmente soportará la más mínima pérdida, dado lo precario de su situación.

Con estas excepciones (niño inseguro-sobreprotegido y niño infeliz-maltratado), no hay motivo para temer unos celos desmedidos. Unos padres alarmados por una visión catastrofista y que se pasan todo el embarazo "mentalizando" al hijo para que acepte la novedad, insistiendo una y otra vez en que "no va a pasar nada" y que a él "le van a seguir queriendo igual", acaban por hacerle creer lo contrario, pues demasiada advertencia y preparación no suelen anunciar nada bueno.

La llegada de un hermano debe anunciarse como un regalo, pues de eso se trata, y es obvio que son los padres quienes deben informarle de la buena nueva, con alegría y naturalidad, y sin más preparación que la que se toma para sorprenderle con la compra de un juguete. 
Pueden hacerlo cuando y como quieran, pero lo natural es no demorarlo hasta el punto de que sea el propio niño quien descubra el estado de la madre, y tampoco es preciso insistirle repetidamente en lo mucho que se le va a seguir queriendo.
Lo natural es no demorar el anuncio hasta que el niño lo descubra por su cuenta

En general, no hay que dar a los hijos más explicaciones de las que pidan, pero tampoco menos, y esto es también aplicable al asunto de los celos. Si el niño parece interesado en saber cosas acerca de los recién nacidos, se le pueden enseñar sus propias fotos de los primeros meses o visitar el bebé de algún familiar o amigo. También es posible que quiera acompañar a la madre al médico para oír el latido de su hermano y verle en el ecógrafo. Hay que satisfacer su curiosidad, pero una cosa es responder a sus inquietudes y otra aleccionar e instruir prolijamente a quien no lo pide. Se trata sólo de calmar su ansiedad y lo que más le tranquilizará es saber que sus mayores parecen tener respuesta para lo que a él le preocupa. 

Sí que convendrá advertirle de los cambios que le vayan a afectar de forma concreta, de que tampoco espere maravillas de un hermano que al principio se va a pasar el día durmiendo y de que es probable que algún día tenga malos sentimientos hacia el "intruso". Hacerle saber que tener unos celillos es normal le relajará, evitando contraproducentes sentimientos de culpa. Bromear un poco acerca de los inconvenientes - y hacerle comprender las ventajas - de tener un hermano y de ser el mayor, pedir su colaboración y comprender sus naturales temores, le ayudará a que resulten (casi) injustificados.
Finalmente, hay que tener prevista la inexcusable visita que el niño hará a su madre y al recién nacido en el hospital, y sobre todo, organizar su vida durante los días en que se va a faltar de casa, pues no es un buen comienzo que el hecho del nacimiento, además de temores, ocasione daños reales y el hermano se vea desatendido, incluso físicamente. Para más tarde, y teniendo en cuenta lo absorbente que es el cuidado de un bebé, puede ser útil tener preparados algunos juegos que sólo se le darán para que se entretenga cuando el bebé requiera toda la atención de su madre (alimentación, baño...). Conviene planificar el tiempo para poder dedicarle algún rato en exclusiva, aunque no sea a diario, y no por evitar los celos, sino porque realmente lo necesita.

Consejos para prevenir los celos

  • Fomentar su independencia
  • Emplear más premios y estímulos que castigos y amenazas
  • Anunciarle la llegada del hermanito como un regalo
  • Explicarle los cambios que se van a producir
  • Advertirle de que sentir celos es normal
  • Organizar su cuidado para los días de estancia en la maternidad
  • Prepararse para poder dedicarle algún rato en exclusiva
Fuente: http://www.consumer.es

martes, 27 de marzo de 2012

Chuparse el dedo, ¿es perjudicial?


Chuparse el dedo es normal en los bebés, pero puede provocar diversos problemas a los niños cuando la costumbre se prolonga durante la infancia
Las avanzadas técnicas ecográficas empleadas en la actualidad permiten a muchos padres observar cómo su futuro hijo succiona su dedo de forma instintiva ya desde el útero materno. Este reflejo primario del bebé se considera normal durante su primer año de vida, pero si se prolonga más allá de los tres o cuatro años puede provocar daños en función de la intensidad y frecuencia del hábito.

Chuparse el dedo, un reflejo natural

La succión es uno de los primeros reflejos que se desarrollan en los bebés, ya desde el útero materno, y uno de los más importantes. Gracias a él, el recién nacido podrá alimentarse y garantizar así su desarrollo. Este reflejo se activa de forma espontánea cuando la boca del bebé entra en contacto con el pecho materno o la tetina del biberón, actos que se denominan de "succión nutritiva", es decir, que están destinados a nutrir el organismo del niño.
Pero las succiones también pueden activarse al contacto con otros elementos ajenos a la alimentación del bebé. Entre este tipo de "succiones no nutritivas" destaca por su prevalencia en un alto porcentaje de bebés la "succión digital", que consiste en chupar de manera innata uno de sus pequeños dedos, en general el pulgar. Chuparse el dedo se considera por tanto un comportamiento natural durante los primeros años de vida del niño y, en la mayoría de los casos, se supera de forma espontánea antes de los tres años de edad.

Cuando no se deja de chupar el dedo

Sin embargo, en ocasiones, la succión digital se prolonga más allá en el tiempo y pasa de ser un reflejo natural e instintivo a convertirse en un hábito de respuesta a diferentes situaciones. Tal como afirma Salvador Borás, logopeda y autor de la 'Guía para la reeducación de la deglución atípica y trastornos asociados', aunque muchos niños lo abandonan hacia los tres años, "otros buscan la succión como método para autosatisfacerse, vencer el aburrimiento o buscar el sueño".
Si el hábito persiste más allá de los 3 años de edad, los especialistas recomiendan actuar para erradicarlo
Aunque según diferentes estudios chuparse el dedo no es uno de los hábitos de succión no nutritivos más frecuentes (frente al uso del chupete, entre otros), sí es uno de los que más persiste en el tiempo y es más difícil de superar. Por ese motivo, los especialistas recomiendan a las familias actuar para erradicarlo si a partir de los tres años no desaparece de forma espontánea.

Posibles perjuicios de chuparse el dedo

La prolongación del hábito de chuparse el dedo conlleva distintos perjuicios para el niño; en especial, los relacionados con el mal alineamiento de los dientes (maloclusión). Los estudios realizados en este ámbito señalan que la succión digital prolongada puede modificar la posición de los dientes e interferir en su crecimiento normal, provocar paladar ojival, incisivos superiores vestibulizados o mordida abierta, entre otros efectos.
Estos daños serán más o menos nocivos en función de la intensidad de la fuerza que aplica el niño a los dientes durante la succión, la cantidad de tiempo que permanece el dedo en la boca y con qué frecuencia practica el hábito durante el día. Asimismo, se han constatado otros perjuicios adicionales respecto a otros ámbitos:
  • Problemas fonéticos cuando empieza a utilizar el lenguaje.
  • Malformaciones faciales.
  • Alteraciones en el dedo, como la formación de callos o eccemas y deformidades.
  • Dificultades en la deglución normal.
  • Peligro de intoxicaciones e infecciones por chuparse los dedos después de haber estado en contacto con sustancias nocivas o con suciedad.
  • Trastornos emocionales por ser un hábito rechazado en su entorno social.

Cinco maneras de acabar con el hábito de chuparse el dedo

Para evitar que el niño sufra estos daños y erradicar el hábito de chuparse el dedo se pueden utilizar distintos métodos, como aparatos de ortodoncia específicos o tratamientos psicológicos que actúen sobre el comportamiento del pequeño. Estos últimos son, además de efectivos, fáciles y económicos de aplicar. Tal como afirma Salvador Boras, "con los programas de modificación de conducta se puede reforzar y motivar al niño para que controle este mal hábito". Estas son algunas de las pautas que recomiendan los especialistas:
  1. Hablar con el niño y explicarle los riesgos y posibles perjuicios que implica el hecho de chuparse el dedo con tanta frecuencia.
  2. Cuando se chupa el dedo durante el día se asocia, en general, con el aburrimiento. Para evitarlo, se pueden proponer al niño distintas actividades que le distraigan, sobre todo, que impliquen la manipulación digital para que no vuelva a llevarse los dedos a la boca.
  3. Para evitar la succión en la hora del sueño, es conveniente proporcionar al niño un juguete o peluche, que además de transmitirle la sensación de seguridad que le reporta chuparse el dedo, mantiene sus manos ocupadas para sostenerlo.
  4. Establecer un sistema de recompensas si consigue mantenerse sin succionar y premiarle con pequeños regalos o reconocimientos cuando consigue estar sin chuparse el dedo en situaciones en las que succiona con asiduidad.
  5. Una alternativa puede ser ponerle una banda adhesiva en el dedo, que sirva de recordatorio de lo que no tiene que hacer cuando se quiera llevar el dedo a la boca. La banda elimina asimismo la sensación placentera de la succión.

domingo, 25 de marzo de 2012

El andador retrasa el desarrollo de los niños



El uso de este elemento, muy extendido en los años sesenta y setenta, hace que los bebés tarden más en gatear, ponerse de pie y andar solos

Es probable que muchos de los lectores de este artículo -quizá la mayoría- hayan usado andador en el período de su infancia en que aprendían a caminar. Sin embargo, en los últimos años, una serie de informes han desaconsejado su utilización. ¿El motivo? Podría provocar una ralentización en el desarrollo de los pequeños. Algunos especialistas afirman, incluso, que podría ocasionar anomalías en las rodillas y en los pies de los bebés.

Estas conclusiones se refieren al andador denominado tacatá, que por lo general tiene forma circular y rodea y sostiene al niño, y excluyen al denominado correpasillos, a menudo con forma de cochecito, con volante o manillar. El tacatá, que tuvo su auge en las décadas de los años sesenta y setenta, favorece que el desarrollo de los bebés sea "bastante más lento", según la doctora Mary Garrett, directora de un estudio desarrollado años atrás por el University College de Dublín. El uso del andador retrasa el gateo y el momento en que el pequeño se sienta solo y empieza a andar, así como su capacidad para agarrar cosas. Esa es la conclusión del informe, difundido a través de un artículo en la prestigiosa revista británica 'The British Medical Journal'.

Empezar a andar un mes más tarde

La investigación se llevó a cabo en colaboración con los padres de un total de 190 bebés (107 niñas y 83 niños), de los cuales 102 empleaban andador. Las diferencias entre quienes lo usan y quienes no, según el estudio, son considerables, sobre todo, al establecer el momento en que consiguen gatear, ponerse de pie y andar sin ayuda de un adulto. Mientras quienes usan andador empiezan a gatear a los 8 meses de vida, quienes no se aficionan a este recurso lo hacen con un mes de anticipación. Al ponerse de pie y caminar sin ayuda, las cifras son similares: quienes usan el tacatá tardan en dar su primer paso tres semanas más que el resto de los pequeños. 

Según los datos aportados por los expertos, la mayoría de los niños que se sirven del andador comienzan a usarlo a partir de las 26 semanas de vida y lo abandonan a las 54. Los investigadores irlandeses determinaron que, por cada 24 horas más de uso del andador, se registraba un retraso de 3,3 días al comenzar los niños a andar y de 3,7 días para mantenerse de pie solos. 

Antonio Calvo, médico especialista en ortopedia infantil del hospital vizcaíno de Cruces, aboga por dejar de lado los andadores y permitir que los niños aprendan solos. "Los bebés que crecen de forma natural, sin el tacatá, adquieren el equilibrio y la fuerza necesaria para su desarrollo mucho antes que los niños que lo utilizan", apunta.

Posibles anomalías en rodillas y pies

Hay además otros riesgos. Si bien Calvo descarta que el empleo del andador pueda tener consecuencias nocivas para los pequeños en el futuro, considera que "podrían darse algunas anomalías". "No me gustaría crear alarma social -indica-, pero si se hiciera un estudio pormenorizado, con una serie de estadísticas de seguimiento, estoy seguro de que en poco tiempo nos encontraríamos con algún tipo de anomalías en las rodillas y los pies de los pequeños". Por tal motivo, se muestra "totalmente contrario" al empleo de este recurso, que pese a haber perdido protagonismo en los últimos años, está vigente en muchos hogares.
"Los bebés cuentan con una serie de terminaciones sensitivas y térmicas que curiosamente se concentran en el pie -señala Calvo-. Ese es un punto fundamental en el crecimiento y el proceso cognoscitivo de los niños. Se trata de un órgano de información táctil, muy importante, que el tacatá anula con el paso de tiempo".
Según el especialista, los niños que usan andador "son más torpes" que el resto. "El niño lo aprende todo con un control. Los que gatean hacen un entrenamiento físico e intelectual, porque aprenden; y los que usan el tacatá son más propensos a sufrir lesiones". Recomienda que si a pesar de todo hay padres que todavía hacen que sus niños utilicen el andador, al menos, han de tener en cuenta "que los pies deben llegar claramente al suelo".


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